Por: Verónica Chopite Abraham
Con el viernes negro de 1983, el modelo político-económico de Venezuela empieza a ser explícito en su agotamiento y decadencia, la cual venía advirtiéndose desde épocas previas que además, de tener repercusiones de naturaleza económica, también se manifestó en aspectos propiamente políticos como el enjuiciamiento de Carlos Andrés Pérez, que luego concluyó en su remoción del poder.
De este modo era, y sigue siendo, un sistema que se descubre inoperante por estar basado y sostenido en el petróleo como recurso esencial, lo cual redunda en una economía volátil, pues depende en gran medida de los costos del mercado internacional; y que hoy en Venezuela ha sido exacerbado hasta tal punto que nos vemos en la urgencia de repensar un nuevo sistema económico, tanto por las perversiones propias que este genera, como sobre todo porque ya es evidente su colapso inminente en todos los niveles.
En este sentido para la sociedad venezolana el petróleo significa algo más que energía; lo que históricamente ha provocado un apoderamiento socio-individual en su relación con el Estado, que es apologista de la gratuidad, anclada en los subsidios y muy seducidos por la idea de que somos un país rico.
Por otra parte en tanto no se produzca riqueza, ello no es más un mito histórico de la cultura popular venezolana. En este sentido, es menester comprender que la forma de superar la crítica situación de pobreza que comparte por lo menos el 80 % del país -según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida del año 2017- pasa obligatoriamente por deslastrarnos de un modelo de extracción y que, al mismo tiempo, se avizora cada vez menos demandado: Porque la superación de le economía petrolera no llegará como consecuencia de la usencia de este recurso, sino por la utilidad y demanda que tendrán otros recursos energéticos más eficientes y sostenibles.
De esta forma, comenzar a enrumbarnos desde hoy en las corrientes del mundo contemporáneo, nos ayudará a salir del atolladero presente y comenzar a hablar el lenguaje del mundo. Por lo dicho anteriormente, la innovación como herramienta ofrece alternativas útiles y que propugnan el desarrollo individual y social a partir del fortalecimiento del tejido social, círculos virtuosos de solidaridad, producción y de creatividad.
La economía naranja hoy es quizás una de la formas de producción en tendencia que puede ofrecer más potencialidades para el país. Uno de los beneficios, aunque también su debilidad particular, es que es un concepto nuevo y que aún está en construcción. Surge en América Latina y el Caribe a partir del 2013, en donde también se le conoce como economía creativa.
En términos llanos, este esquema se refiere a una forma de producción basado en las ideas que logran ser transformadas “en bienes y servicios culturales y creativos, cuyo valor está o podría estar protegido por Derechos de Propiedad Intelectual (DPI)” (Benavente, 2017). Con ello, la transformación en productos o servicios llegan a incluirse en la cadena de valor, contando por tanto con valor de uso y de cambio.
La economía creativa se enmarca en tres actividades centrales: las de tipo tradicional artístico (artes escénicas y visuales, editoriales y audiovisuales), industria creativa (publicidad, moda, software, artes gráficas, etc.) y actividades de apoyo creativo (diseño de producto, marketing, etc.).
Así que para que este tipo de producción sea realista, requiere de transformaciones materiales e inmateriales que redunden en fomentar un ecosistema propicio, para que dicho proceso se naturalice de forma eficiente y sostenible.
Todo lo anterior debe estar enmarcado en un plan que pasa por tomar medidas en el ámbito educativo, que entrenen y formen a las nuevas generaciones en capacidades con naturaleza creativa, lo que servirá para recuperar y valorar el ámbito de las humanidades. Así como también se requiere transitar progresivamente, hacia un paradigma de desarrollo que se sostenga más por las capacidades de la sociedad, que por solo la explotación de recursos naturales.
El efecto de este tipo de producción durante un tiempo continuado nos conducirá a pasar de ser una sociedad de información, a una sociedad de conocimiento; sustentada por un tejido social fuerte, con capacidad emprendedora y por tanto una economía diversa.
Aunque la oscura realidad que hoy nos atañe nos hace chocarnos y enfrentarnos con la realidad y lo muy lejos que nos encontramos de este paradigma, por el contrario la exacerbación del rentismo significara la construcción de un nuevo aparato económico y productivo de Venezuela. Por tanto, nos demanda mayor capital relacional, creativo e inventivo para innovar la reconquistada república moderna.